Soy Emma, tengo 40 años y soy gorda porque me da la gana. Podría decir que tengo el metabolismo lento, que como menos que mis amigas flacas… y mil excusas mas. Pero la verdad es que (en mi caso) si hago dieta estricta adelgazo.
Pero a mi hay dos cosas en la vida que me dan mucho placer, una es comer y otra, tocar las narices y provocar.
Cuando era mucho más joven pasé por todas las fases: la de víctima, la de maltratada en el instituto, la de excluida, la de auto compadecerme, la de hacer mil dietas para no llegar nunca al puñetero peso perfecto… Hasta que un día la edad y el cansancio, supongo, me abrieron los ojos y una voz me habló y me dijo: “Y si te gusta tanto fastidiar…¿Por qué no te quedas gorda y feliz que eso hoy en día jode mucho?”. Y eso hice.
Así que decidí estar sana, comer lo que me apeteciera y andar más que Forest Gump para compensar. Porque a mi matarme de hambre para estar flaca no me merece la pena. Por lo tanto elegí ser gorda y que ya no tenía edad para quedarme con ganas de nada. A mí me gusta irme de vinos dos o tres veces a la semana, hacer el vermut los domingo y los lunes (los lunes en especial, para empezar bien la semana). Comer paella de mi madre, los donuts, el chocolate, las pizzas, el cocido… Y cuando te liberas de la culpabilidad te quitas un peso tan grande que sientes que has perdido veinte kilos. Y te das cuenta que no necesitas estar delgada para ligar, ni para tener amigas guays, ni para triunfar en el trabajo (un poco cansada de que me rechazaran por gorda en unos cuantos, me monté mi propio negocio, y listo).
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Y luego la otra parte que me da igual de gusto que comer, es provocar. Porque nunca he entendido por qué las gordas molestamos tanto. ¿Qué más le da al mundo que yo mida 1,58 y pese 77 kilos? ¡Ni que tuvieran que llevarme en brazos!.
Así que después de hacerme feliz comiendo, me hice feliz dándome autoestima. Y entonces empecé a oír comentarios como: “¿Y esta gorda de que va?”. Y ahí sentí casi un orgasmo. Y decidí ir de Diosa. Porque me da la gana, porque me creo sexy, y porque lo importante no es estar buena sino creerte que lo estás. Me compré un bikini pequeño y me pasé el verano en la playa haciendo top less y tan divina, con todo mi cuerpo serrano morenito y con una marca de tanga en el culazo. Y desde que adopté esa actitud, he follado más que todas mis amigas flacas y Samantha Jones juntas. Y no se me ha resistido ni uno que me haya gustado. De hecho ahora tengo un novio que a parte de inteligente, y divertido, está buenísimo. ¡Y eso jode que no veas!.
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Con todo esto lo que quiero decir es que se puede ser totalmente feliz sin tener la 38. Y cuando realmente lo eres, es cuando decides que pasas de tenerla porque no te hace falta. Y porque un número absurdo no puedo determinar tu felicidad.
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